El domingo próximo es nuestro día, lo venimos celebrando el primer domingo de Mayo desde 1965. Antiguamente por su tradición cristiana se celebraba el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
Es un día de homenaje y reconocimiento a las mujeres que son madres, bien por naturaleza o adopción, por decisión propia o por descuido…pero al fin y al cabo, madres.
Cada día, nos hacemos madres más tarde, y es que es muy difícil conciliar la vida personal y profesional con la maternidad. Y cuanto más mayor eres, más trabajo cuesta ejercer correctamente esta importante función social, porque los niños necesitan mucha dedicación, mucha fortaleza y mucha energía.
Nos venden la idea de que los hombres y las mujeres hemos conseguido ya la igualdad en derechos y oportunidades y que no hace falta seguir reivindicando, pero todas sabemos que la realidad no es exactamente así. Las mujeres parimos, las mujeres nos responsabilizamos, en mayor medida que los padres, en la crianza de nuestros hijos y asumimos principalmente la custodia exclusiva en situaciones de crisis matrimonial. Incluso cuando los padres están dispuestos a asumirla de forma compartida. Lo que nos limita de forma importante en nuestra vida laboral.
Hemos crecido en una época en la que las mujeres hemos abandonado el rol EXCLUSIVO de ama de casa y nos hemos insertado en el mercado laboral. Nos han educado para trabajar fuera y dentro de casa, para tener una independencia económica y ser buenas profesionales… pero sin renunciar a formar una familia, a la maternidad y a ser buenas madres, por supuesto.
Y ¿qué se supone que significa ser una buena madre?
Pues muchas cosas. Y para cada uno serán más importantes unas u otras.
En primer lugar se supone que debemos amar a nuestros hijos sobre todas las cosas, colocarlos en el centro de nuestro universo desde el minuto uno de su nacimiento. Renunciando incluso, a nuestra vida personal.
Debemos preocuparnos por su educación, por su alimentación, por su felicidad, debemos evitarles sufrimientos, sin descuidar su aspecto exterior, debemos llevarles conjuntados, debemos apuntarlos a todas las actividades escolares, de ocio y tiempo libre que puedan existir y a ser puntuales para llevarlos y recogerlos. A prepararles almuerzos saludables. A realizar el mejor disfraz de carnavales. A llegar a tiempo a las reuniones del colegio y a que no se te olvide que tienes que hacerlo. A perder tardes enteras en la consulta del pediatra. A pasar un frío inhumano mientras corren en el campo de fútbol. A tener la casa lista y limpia. A no salirte del grupo de wathsApp de los papás y mamás del colegio por mucho que estés harta de algunos de ellos y de sus tonterías. A no perderte ningún cumpleaños de los amiguitos y a celebrar los suyos como si fueran bodas. A estar en forma. A llevar las comidas y cenas de tu casa organizadas. A comprar sin malgastar y sobre todo comida sana. Todo ello sin renunciar a nuestra feminidad, tenemos que sacar tiempo para ir a la peluquería, a la esteticista. A darnos tratamientos de belleza pero que no sean muy caros. A que duermas tus horas para no estar irascible. A que no fumes porque el humo es malo para el niño. Y a que seas competente en tu puesto de trabajo.
Está claro que todo esto es muy difícil de conseguir, que a todo no se puede llegar, por lo que me atrevería a decir que «prácticamente» todas las madres de hoy en día, nos merecemos el título de malas madres. Unas peores y otras mejores, pero la que no falla en una cosa, falla en otra. Alguna faceta se queda descompensada. A todo no se puede llegar.
Y lo peor de todo, no es que haya quien piense que somos malas madres, es que nosotras nos sentimos malas madres, porque no llegamos a todo, porque nos faltan horas en el día y porque, a veces, necesitamos tiempo para nosotras.
Nos sentimos culpables cuando nos reincorporamos al trabajo después de haber traído a nuestros hijos al mundo y haber disfrutado de ese cortito permiso de maternidad. Porque parece que estamos haciendo algo malo. (En mi caso me incorporé a las cuatro semanas de haber dado a luz, por lo que me sentía muy mala madre). Nos sentimos culpables cuando dejamos de darle el pecho a nuestros hijos, o si decidimos no hacerlo, con lo sano que es y las enfermedades que les evita. Nos sentimos culpables si después de toda la semana trabajando nos apetece salir a dar una vuelta con amigas y si puede ser, sin niños, o si deseamos volver a hacer deporte después del embarazo y el parto…
Y ese sentimiento de culpa nos hace adoptar decisiones que nos perjudican a nosotras en primer lugar, a nuestros hijos y sus padres en segundo y al resto de madres en tercero.
A nosotras, porque si renunciamos a cosas que nos hacen felices, vivimos amargadas. A nuestros hijos y parejas, porque si nosotras no estamos bien, repercute negativamente en ellos. Y al resto de mujeres y madres, porque en vez de ser comprensivas y flexibles, somos duras e intransigentes con ellas, lo juzgamos todo. Si una cantante sale a cenar con su marido a solas, cuando acaba de ser madre, la lapidamos en las redes sociales. Si una política se incorpora a su puesto recién parida, la ponemos a «parir» literalmente otra vez. Si una madre sale mucho, la criticamos, si sale poco, también, si trabaja mucho, la criticamos, si no trabaja tanto, también. Si consiente a su hijo, porque lo consiente, si le regaña, por esto también.
Somos las más críticas con nosotras mismas, por cómo nos han educado y por nuestro sentimiento de culpa. Parece que si otra madre lo hace peor nuestras pequeñas imperfecciones no lo son tanto.
De esta forma es difícil avanzar y conseguir la verdadera igualdad. A veces parece que la peor enemiga de una mujer es otra mujer.
«El qué dirán» nos preocupa mucho. Si me separo y la custodia se la dan a mi marido, ¿qué clase de madre pensarán que soy?. Si acordamos custodia compartida ¿cómo sé yo que mi hijo va a estar tan bien atendido como conmigo?, ¿cómo voy a poder demostrarles a mis hijos lo buena y abnegada madre que soy?
Y llega un día, en que si te lo propones, dejas de tener ese sentimiento de culpa. Asumes que eres una mala madre porque no eres perfecta pero eso no significa que no seas la madre que necesitan tus hijos. Asumes que tú también eres importante. Que tus hijos serán cada vez más independientes, y que tú has de serlo también. Que no tenemos que renunciar a nada por ser madres. Que tus hijos tienen un padre que se puede encargar de ellos tan bien como tú, aunque no exactamente igual que tú quieres. (Igual no irá tan conjuntado y bien peinado que si lo haces tú). Que si compartimos las tareas se llevan mejor. Que necesitamos tiempo para nosotras mismas. Para hacer deporte, para salir con amigas, para leer un libro… que si nos separamos, existe la custodia compartida, y que no soy menos madre, ni quiero menos a mis hijos porque opte por esta forma de reparto del tiempo con mis hijos.
En mi humilde opinión solo conseguiremos la verdadera igualdad cuando nosotras, las mujeres, decidamos romper con los tópicos y los prejuicios que nos frenan, cuando nos importe poco lo que piensen de nosotras, eliminemos nuestro sentimiento de culpa por no ser perfectas y cuando dejemos de juzgar a otras mujeres por cómo se comportan en la maternidad o sin ella.
Así que si eres madre, buena o mala, disfruta de tu día y como mejor te parezca. Que una vez que asumes que eres mala se lleva mejor.
Rosa Pilar Sáez, 4/5/2017
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