Este post va dirigido a advertiros de la existencia de un tipo de clientes, que afortunadamente no son la mayoría, pero que alguno, de vez en cuando, llama a nuestra puerta. Son clientes que NO interesa tener en el despacho, porque nos darán MALA PUBLICIDAD y nos restarán la llegada de nuevos clientes. Me estoy refiriendo a aquellas personas que independientemente del resultado del procedimiento, que consigas llegar al acuerdo que ellos aprueban, o que advertidos de las consecuencias de sus decisiones se empeñen en alguna actuación desaconsejada, o exijan un beneficio que es imposible por ilegal o injusto, SIEMPRE QUEDARÁN DESCONTENTOS con el resultado y NOS CULPARÁN A NOSOTROS de todos sus males, sin asumir la responsabilidad de sus propios actos o las consecuencias de sus propias decisiones.
Afortunadamente no me he encontrado con muchos clientes así a lo largo de mi vida profesional, pero por desgracia a alguno, y soy consciente de que puede perjudicar nuestra imagen entre personas de su entorno que no conozcan a fondo su caso, o que se fíen de su palabra sin contrastarla, no así entre personas que tengan algún conocimiento sobre la materia u otros profesionales que se darán cuenta en seguida de que son parciales y poco objetivos. Porque por suerte son fáciles de advertir y, si estamos atentos, los identificaremos rápidamente.
Suelen venir rebotados de uno o varios despachos de abogados anteriores al nuestro. Nos contarán lo mal que les trataron, lo mal que les asesoraron, lo malos abogados que son quienes nos precedieron, cómo adoptaron acuerdos que les perjudicaban sin advertirles de las consecuencias y cómo se han desentendido de ellos. También nos podrán afirmar totalmente convencidos que su anterior letrado se vendió al contrario o que el Fiscal y el Juez estaban en su contra, etc, etc.
Si no han tenido abogado anteriormente nos contarán lo mal que les ha ido la vida, la mala suerte que han tenido, lo mal que se portan con ellos sus padres, madres, hermanos, parejas… Suelen ser personas con una baja autoestima, que no se ven capaces para conseguir lo que desean por las vías convencionales y asumen la manipulación como una estrategia para lograr sus propósitos a partir del chantaje emocional (técnica preferida). Saben hacerse la víctima para que se le compadezca.
Conforme vayan explicándose mejor podremos darnos cuenta de que:
Son personas que jamás reconocen sus errores. No admiten críticas de ningún tipo.
Carecen de empatía. No tienen en cuenta las necesidades, demandas y deseos de los otros aunque proclamen lo contrario.
Son muy permisivas consigo mismas y muy intolerantes con los demás. Las reglas están para que las cumplan los otros.
Sus demandas son imperativas.
Son muy eficaces en lograr sus fines a costa de otras personas.
Critican constantemente a todos y a todo de manera sutil o abierta.
Son egocéntricos/as.
Pueden ser muy celosas/os y controladores/as.
Culpan constantemente a los demás de sus problemas.
Atención, alerta, si detectas algunos de estos rasgos, desconfía, son personas dañinas para nuestra imagen, sospecha que cuando salgan por la puerta dirán lo mismo de ti. ¿Nos interesa un cliente así?
Yo lo tengo claro. La respuesta es NO.
En primer lugar no debemos caer en el error de cuestionar a nuestros compañeros. Si nosotros siempre velamos por los intereses de nuestros clientes hemos de suponer que otros abogados hacen lo mismo. No debemos cuestionar la labor de quienes nos precedieron. Debemos ser críticos con las afirmaciones que nos hacen y pensar en qué circunstancias nosotros habríamos actuado así.
Si del relato de los hechos descubrimos indicios que nos hacen creer que se trata de un cliente de este tipo, debemos asumir que por mucho que nos esforcemos siempre existirá un «pero» o un reproche. Nunca estarán satisfechos SI NO OBTIENEN TOTALMENTE LO QUE DESEAN (aunque sea injusto o imposible).
Por lo que, hoy por hoy, y por la experiencia del pasado, si identificara a uno de estos clientes, renunciaría de plano a asumir su defensa. De esta forma evitaría disgustos y una mala publicidad posterior que me hará perder más, desde un punto de vista económico y de prestigio, que el rechazo de un caso en un momento dado. No existe PEOR PUBLICIDAD QUE LA DE UN CLIENTE DESCONTENTO.
Así que siempre hemos de intentar ser el abogado que necesita nuestro cliente y hemos de procurar que quede satisfecho con nuestra labor, pero si detectamos que se trata de una persona de este tipo, considero que es mejor renunciar al inicio a prestarle servicios que tener que asumir una mala publicidad posterior que no merecemos. Si cuando te das cuenta ya es demasiado tarde, solo queda confiar en que el tiempo ponga a cada uno en su lugar. Por suerte para todos, estas personas se comportan de la misma forma en todas las facetas de su vida diaria y quienes les rodean terminan por darse cuenta de quienes son en realidad.
Rosa Pilar Sáez Gallego, 28/09/2016
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